Mi invitación es a echarle una mirada y, si se puede, sentir los olores de aquello que hay al borde del camino por donde transitamos; a reducir un poco el paso y observar los pequeños mundos que también tienen su afán y sus colores que mostrar. Creo que es una forma de recordar que todos somos importantes en este mundo y de dar gracias por aquello que damos por sentado y que, ilusamente, pensamos que jamás perderemos (vista, olfato, oído, el caminar,¡la vida!).
Las imágenes que acompañan este post son de una caminata por las calles de Temuco, antes de regresar a mi casa con mis gatos y mi pareja, con el corazón llenito y contento, siguiendo mi brújula interior.